Trigueros

jueves, 4 de febrero de 2016

Iglesia de San Antonio Abad

La Iglesia de San Antonio Abad, de estilo gótico mudéjar, fue construida, a finales del XIII o principio del XIV, tras la conquista cristiana de la zona de Huelva y Niebla (1.238-1.262), sobre los restos de un castillo musulmán, probablemente una fortaleza almohade, cuyas torres y muros fueron aprovechados para la construcción de esta magnífica obra gótica. El estilo arquitectónico de esta iglesia también lo encontramo en otros templos construidos en el antiguo reino de Sevilla a partir de 1248. Estas primitivas iglesias -con sus tres naves totalmente abovedadas y ábside poligonal- como son Santa Ana (Sevilla), San Miguel ( Sevilla, desaparecida en 1868 ) y la del Monasterio de Santa Clara de Moguer (Huelva), marcan un hito en la arquitectura gótico-mudéjar.
Es el ejemplo más meridional de iglesia con falso triforio, con un sistema de abovedamiento típico de la escuela arquitectónica de Renania y fue también probable fortaleza de los Caballeros Templarios. Es un espacioso templo de tres naves, separadas por pilares de ladrillos y cubiertas por bóvedas nervadas. Con el terremoto de Lisboa (1.755) quedó muy deteriorada y los arquitectos italianos que la reconstruyeron dieron a la fachada y a la única torre que se pudo levantar el estilo neoclásico con el que aún hoy permanece.


El templo presenta planta basilical de tres naves de igual altura, con la central de mayores proporciones que las laterales, estas naves se separan por tres arcos apuntados a cada lado que se sostienen sobre pilares levemente cruciformes. La nave central se alarga en su cabecera para componer el ábside mediante un tramo rectangular y un segundo hexagonal, mientras que las naves laterales conforman su cabecera en testero plano, coincidiendo en ambos casos con sendos torreones rectangulares de la fortaleza islámica y que componen sendas capillas, la de Santa Catalina de Alejandría en la izquierda y la de Santa María y Santa Ana a la derecha según se mira desde el altar mayor, ambas están decoradas con pinturas murales del siglo XV.
La cubrición de estas naves y capilla mayor se realiza mediante bóvedas ojivales cuya plementería es de ladrillo y los nervios de cantería. En el ábside el primer tramo es sexpartito y el segundo de siete paños. El arco triunfal es también apuntado y arranca desde dos gruesas columnas, con otras dos más delgadas a cada lado que descasan sin basamento sobre el mismo suelo. El nervio central o espinazo se halla flaqueada por sendos baquetones de dientes de sierra. El presbiterio se ilumina mediante tres ventanales de arcos apuntados con parteluz y rosetón superior pentafoliado.


En las naves laterales por cada uno de los tramos de las centrales encontramos dos tramos abovedados de desiguales dimensiones, son bóvedas de crucería cuatripartitas. Como en la central estas bóvedas se mantienen mediante un estructura colgada, que hace descansar los nervios y arcos fajones de las mismas en unas impostas adosadas al muro perimetral y a los pilares de las arquerías respectivas, sin apoyo directo en el suelo.
Por encima de las claves de los arcos que separan las naves se encuentra una estrecha galería a modo de tribuna o falso triforio. Los arcos de esta galería son apuntados, presentan una arquivolta y se encuentran abalconados mediante barandillas de forja.

sábado, 30 de enero de 2016

El Pilar de la Media Legua

Aunque del núcleo de Trigueros no se tiene noticia hasta después de la conquista cristiana, en su término existieron núcleos de poblamiento y villas rurales, de las que nos han llegado diversos restos arqueológicos.
Como a dos kilómetros de pueblo, en el antiguo camino de Sevilla a Portugal, existe un abrevadero público del siglo II d. C., época de dominación romana, conocido popularmente como Pilar de la Media Legua (Laso, 1990), abrevadero cuyo caudad de agua se ofrece tan abundante, que ni aún en las estaciones de de riguroso estío, cuando las fuertes calores secan las corrientes de aroyos y riachuelos, se ve agotado.

No a mucha distacia de este abrevadero, entre Béas y Trigueros, se encuentra un lugar llamado La Matanza. Se llama así, por que al parecer, en dicho lugar de dio la batalla de Trigueros 1357, donde las tropas del rey Pedro I de Castilla, mandadas por Egidio Boccanegra derrotaron a Juan de la Cerda, señor del Puerto de Santa María y de Gibraleón, Alguacil Mayor de Sevilla, que había encabezado una revuelta en Andalucía contra el poder del rey. Juan de la Cerda, vencido y prisionero fue ejecutado en Sevilla ese mismo año.

Colegio de Santa Catalina

El colegio de los jesuitas de Trigueros fue fundado, bajo la advocación de Santa Catalina virgen y mártir, por Francisco de la Palma, clérigo de primera tonsura y vecino de la localidad, al finalizar el segundo tercio del siglo XVI. En 1563 se acuerda que el fundador contribuya anualmente con 90.000 maravedíes, para sustentar a los 20 religiosos que compondrían la nueva comunidad. Y la Compañía de Jesús acometería, sin más, la construcción de la residencia y el templo. El padre Láinez, general de la Compañía, aprobó la fundación de Trigueros y encomendó al padre Bustamante la dirección de las obras. La construcción se inició rápidamente. Se levantó un pabellón para residencia de los religiosos, y se proyectó comenzar la iglesia, gracias a los 1.000 ducados que a tal fin donó Leonor de Zúñiga, condesa de Niebla. Así el padre Plaza anunciaba en 1564 que la residencia estaba concluida. Y que había adquirido una casa para instalar no sólo la escuela de leer y escribir, sino también una general de gramática. Al año siguiente, en Junio de 1565, se comenzó la edificación del templo. La planta original era de cruz griega. Sin embargo, por su incomodidad para culto y por falta de medios económicos, Bustamante redujo la iglesia a una sola crujía. De ahí que resultara demasiado larga y estrecha. Este esquema de iglesia -una sola nave flanqueada por capilla-nichos, impuestas por Brunelleschi, y crucero con cúpula semiesférica sin cuerpo de luces- nos remite al florentino Baccio Pontelli que hacia 1500 utilizó la misma tipología en Roma; en San Pedro in Montorio, Santa Maria della Pace, etc. Al ser nombrado, Bustamante, visitador de la provincia de Andalucía y, posteriormente, también de la Toledo, tuvo que abandonar las obras de Trigueros. Razón por la que la construcción del templo continuó lentamente.




Por desgracia, al regresar Bustamante a Trigueros en 1570, con objeto de acelerar el ritmo de las obras, muere de asma en dicha localidad. Con tal motivo, las obras quedan paralizadas. La condesa de Niebla se niega, en 1571, a abonar los 2.000 ducados necesarios para concluirla. Y al año siguiente, en 1572, el padre Francisco Arias comenta que los muros del templo estaban levantados sólo hasta la mitad de su altura y los de las capillas sacados de cimiento. Así continuaba cuando en 1578 llegó a Trigueros el hermano José Valeriani para ultimar la obra. Este arquitecto italiano transformó la planta central en cruz latina y se extrañó de que Bustamante hubiese querido levantar un piso de habitaciones sobre lo que estaba construido del templo. Afortunadamente en una colección de planos jesuíticos de la Biblioteca Nacional Francesa hay tres plantas del Colegio de Trigueros. La más antigua es un dibujo a pluma (19'9 x 21'3 cms.) remitido a Roma por el padre Diego de Avellaneda el 8 de Agosto de 1566. Más que una planta, es una topografía del terreno con el dibujo del templo que por entonces construía Bustamante. Los otros dos planos corresponden a Valeriani. La primera planta es un dibujo a pluma (21'3 x 48'5 cms.) cuya inscripción por el anverso dice: «Sitio de Trigueros», y por el reverso podemos leer: «Planta del sitio de lo que está ahora edificado en Trigueros». Su finalidad era informar al padre general de la complejidad de edificios que componían el colegio triguereño. A la derecha del templo hallamos la residencia de la comunidad, construida también por Bartolomé de Bustamante, con su refectorio, cocina, portería y capilla provisoria. Entre la residencia y el templo nuevo se sitúan las escuelas, adaptadas en una casa comprada al efecto. Al otro lado de la iglesia aparecen la casa del fundador, Francisco de la Palma, y la de Cristóbal Martín, el otro bienhechor de los jesuitas. La segunda planta, asimismo realizada por Valeriani, es otro dibujo a pluma (28 x 42 cms.) en cuyo ángulo inferior izquierdo consta la siguiente leyenda:«Planta de lo que en adelante se puede edificar en Trigueros»; y por el reverso dice:«Traza de lo que en adelante se puede edificar en Trigueros».
La iglesia adopta una planta de cruz latina. Consta de una sola nave sin capillas laterales, y brazos del crucero y. capilla mayor poco profundos. El típico compás andaluz que Busta­mante había dejado en su proyecto fue sustituido por un pórtico nartex que precedía al ingreso principal. Pero no se llegó a realizar aunque si se llevó a cabo la apuntada reforma de la iglesia. A ambos lados del templo dispone en el plano cuatro claustros, dos por cada flanco. De esta forma, Valeriani conseguía un plan unitario en el colegio de Trigueros. Todo el mediodía está recorrido por una larga solana, con vista a la huerta. A pesar del impulso dado por Valeriani, las obras vuelven a demorarse. Por fin, según relatan las cartas anuas, el 7 de Septiembre de 1598, tras un periodo de 33 años de construcción, se concluyó el templo. De inmediato, entre 1600 y 1610, ampliaron el sector residencial. Documentalmente sólo consta la edificación de un claustro y dos pórticos con sus peristilos de mármol, dispuestos junto al antiguo edificio. Hoy restan exclusivamente algunos vestigios de la arquería de un patio y una torre, adosada al flanco izquierdo del templo. El terremoto del 1 de Noviembre de 1755 produjo graves daños en el conjunto monumental. Gracias a un informe, conservado en el archivo parroquial de trigueros, sabemos que el templo de la Compañía de Jesús «quedó del todo arruinado, caiendo en tierra toda la gran bóbeda de su techumbre, y la media naranja hecha pedazos quedó en pié, y todas sus paredes quebradas, y inhabitable toda la vivienda». Situación ruinosa de la que igualmente se hace eco la noticia individual que da la Academia de la Historia sobre el luctuoso terremoto de Lisboa.
Desgraciadamente los daños acaecidos en el colegio de Santa Catalina no se repararon. Y a partir de 1767, decretada la expulsión de los jesuitas de España, la antigua fábrica acabó de arruinarse por completo. Ante tal situación, el cardenal-arzobispo de Sevilla, Solís y Folch, dispuso transfor­mar el templo en casas o fábricas útiles al vecindario. Luego, con mejor criterio, se cambió de opinión y se utilizó como cementerio. En 1816, restablecida la compañía de Jesús por el rey Fernando VII, llegaron de nuevo los jesuitas a Trigueros. El edificio estaba desolado. Para poderlo habitar los religiosos tuvieron que construir unos pequeños aposentos para la comunidad, restaurar la escuela, e instalar la capilla en lo que fue sacristía de la iglesia. No obstante, lo más desagrada­ble para la comunidad fueron los pleitos que tuvo que sostener con algunos vecinos que habían ocupado, sin más, el abandonado colegio. Por ello, en 1826, a los diez años de su retorno, lo jesuitas deciden marcharse definitivamente de Trigueros. Desde entonces, en aquel área se han ido levantando casas particulares, paneras, cuadras, etc. Antes de finalizar, las síntesis histórica de un monumento que mereció mejor suerte, debemos hacer especial hincapié en sus valores tectónicos. Se trata de un edificio singular, digno de un futuro más acorde con su riqueza histórico-artística. Externamente, el total resultante goza de un gran sabor veneciano. Impresión que confirman los frontones circulares que rematan los hastiales del crucero y frontis del templo,' al gusto de Pietro Lombardo.

martes, 26 de enero de 2016

Convento del Carmen

Convento del Carmen (S. XVI). PLAZA DEL CARMEN. Antiguamente de Nuestra Señora de Consolación, fue fundado en el primer cuarto del siglo XVI, y aunque reformado por los diversos acontecimientos geológicos y sociales, permanece en pie, pero alterado en su planta original. La antigua residencia conventual se dispone en torno a un claustro central, con dos plantas superpuestas y arcos de medio punto en sus flancos sobre pilares con impostas. El cuerpo superior del claustro reproduce la estructura arquitectónica del inferior, a excepción de sus arcos que son rebajados y doblados. Aquí se disponía originalmente las celdas, arruinadas por completo en la actualidad. Las techumbres de madera de las galerías que delimitan el convento son sencillas y de indudable factura Popular. El templo presenta una sola nave, crucero y capilla mayor. La nave, espaciosa, se cubre con techumbre mudéjar con elementos geométricos de fines del quinientos. El tramo central del crucero se compone de cuatro arcos de medio punto que reciben la consabida semiesfera sobre pechinas. La capilla mayor se cubre con bóveda de cañón y lunetos festoneados de pinjantes de la segunda mitad del siglo XVIII. En el exterior, la portada se compone de dos pilastras dórico-toscanas, una cornisa sobre canecillos y un frontón curvo partido con moldurón central. La espadaña consta de tres vanos de medio punto, separados por pilastras dórico-toscanas; el frontón posee en cada vertiente un remate de barro vidriado y en el vértice superior un pedestal con una cruz de cerrajería. La ultima restauración tuvo lugar en 1998.


Este antiguo convento de religiosos carmelitas calzados preside hoy una espaciosa plaza de la localidad, popularmente denominada del Carmen. Con motivo de su fundación, el padre Gonzalo Ruiz tomó posesión de la ermita de la Virgen de Consolación, extramuros de la villa, en noviembre de 1522. Al principio, entretanto se construía el nuevo convento, la comunidad utilizó dicha ermita para celebrar el culto divino. De ahí que aún hoy reciba culto, en la actual iglesia, Ntra. Sra. de Consolación, titular de la antigua ermita y del nuevo convento.
Durante el siglo XVIII, la comunidad carmelita de Trigueros alcanzó su máximo esplendor. Así, por ejemplo, en 1721, el visitador general del Arzobispado reseña que: “La comunidad de el Carmen se compone de 16 religiosos, no es rica pero lo pasan con decencia, y está muy aseado y nuevo el convento, y los religiosos se portan como tales. Su prior es Mestro muy docto y virtuoso, se llama fray Felipe Santiago Carrasco”. A partir de esta fecha, comienza una lenta pero irremediable decadencia. El convento se extinguió con la desamortización. En consecuencia, Madoz, en 1849, ya lo cita como exconvento carmelita.
Sin embargo, el edificio, bastante alterado, ha llegado hasta nuestros días. Justifican, en buena medida, las múltiples modificaciones y reformas habidas en su fábrica, los daños provocados en ella por agentes geológicos o atmosféricos o simplemente por el abandono que sufrió un duro quebranto. Sobre el particular recoge el informe parroquial emitido a raíz del mencionado seísmo que “La bella Iglesia del convento de Nuestra Señora del Carmen de esta villa quedó su capilla mayor cuarteada, abierta y desgajada por toda sus tres fachadas, y toda la techumbre, y campanario muy mal tratado, y la vivienda cuarteada e inhabitable”.
Tras la desamortización, la residencia conventual pasó a propiedad privada. Para adaptarla a su nueva función se acometieron ciertas reformas que desvirtuaron su antigua distribución. Fué utilizada sucesivamente como bodega y vaqueriza. La Iglesia, por el contrario, quedó abierta al culto, conservando íntegro casi todo el patrimonio artístico.
Por último, el movimiento sísmico de 1969 también produjo daños de consideración en el recinto eclesiástico que estudiamos. En esta ocasión la zona más afectada fué el crucero cuyas bóvedas laterales se desplomaron, destruyéndose incluso bajo los escombros el retablo situado en el ala derecha del mismo.
Autor: Cristobal Fernández
No obstante, a pesar de los avatares relatados, el conjunto conventual del Carmen de Trigueros permanece en pie, aunque alterado en su planta original y empobrecido en su aspecto ornamental. Aún así, quedan perfectamente diferenciados el sector residencial y el templo.
La antigua residencia conventual se dispone en torno a un claustro central. Actualmente ya no se distinguen las diferentes estancias de la clausura. El patio consta de dos plantas superpuestas. El cuerpo bajo presenta dos flancos con cinco arcos de medio punto sobre pilares con impostas. Y los dos restantes tienen solo cuatro. Todos los arcos están provistos de rosca y en el centro sendas pilastras adosadas. Los pilares lucen en el centro sendas pilastras adosadas. Sobre ellas discurre el entablamento.
El cuerpo superior del claustro reproduce la estructura arquitectónica del inferior, a excepción de sus arcos que son rebajados y doblados. De esta forma, los respectivos elementos del conjunto se relacionan unos con otros, motivando un todo coherente y orgánico. En el centro del patio hay una aljibe. Las galerías que lo delimitan por sus
cuatros costados lucen techumbres lígneas. Son planas y muy sencillas de formato. Sobre sus vigas paralelas y muy sencillas de formato. Sobre sus vigas paralelas se dispone directamente la tablazón. Es. pues, una obra de carpintería de indudable factura popular.
En el ángulo noroeste se abre paso un arco rebajado sobre ménsulas que accede al arranque de la escalera que enlaza las dos plantas del claustro. Esta se trazó adosada al muro en ángulo recto. Su barandal fué labrado en madera. En el piso alto se disponían originalmente las celdas, arruinadas por completo en la actualidad.
El ingreso desde el exterior se efectúa a través de un amplio zaguán. Conforme entramos en el claustro a la derecha, sobre el paramento, se halla una lápida de mármol que reza así: “A LA DIGNISIMA SEÑORA DOÑA SALUD DE BERGES VIDES, VIUDA DE DON JUAN VIDES ALAMO, A CUYAS EXPENSAS POR AMOR A LA VIRGEN DEL CARMEN Y A LOS POBRES, SE FUNDO ESTE COLEGIO PARA NIÑAS, BAJO LA TUTELA DE LAS HERMANAS CARMELITAS DESCALZAS MISIONERAS. EL PUEBLO DE TRIGUEROS EN TESTIMONIO DE RECONOCIMIENTO Y GRATITUD XXIV – VI -MCMXLIV”.
En efecto, esta lápida testimonia la última función del edificio. En 1944, doña Salud Berges reconstruyó el inmueble y trajo una pequeña comunidad de religiosas carmelitas misioneras para que se dedicara a la educación de niñas. De esta suerte el convento fué objeto de ciertas obras que mejoraron y consolidaron su abandonada y mutilada fábrica. Este colegio femenino permaneció abierto hasta hace pocos años, en que las religiosas se trasladaron a un nuevo edificio, más funcional. Desde entonces, el ex convento carmelita de Trigueros se ha sumergido en un nuevo paréntesis de silencio.

El templo se extiende adosado al convento por el flanco septentrional. Presenta acorde con la tipología tradicional de iglesias conventuales, una sola nave, crucero y capilla mayor. Se abrió al culto, por primera vez, el día de la Encarnación del año 1596.
La nave, espaciosa, se cubre con techumbre mudéjar en forma de artesa con cinco tirantas que apean sobre otros tantos pares de canes situados en la solera. El sotocoro, ubicado a los pies del templo, presenta un artesonado de tres paños con decoración de casetones, puntas de sierra y elementos geométricos pintados a base de círculos y rectángulos. Tanto esta cubierta como la anterior reflejan el gusto imperante en la carpintería de fienes del quinientos.
Al coro alto, provisto de gran ventana coral para iluminar el interior, se accede gracias a una escalera de caracol adosada al muro izquierdo. El antepecho del coro está labrado también en madera.
El crucero sobresale al exterior. El tramo central se compone de cuatro arcos de medio punto que reciben la consabida bóveda semiesférica sobre pechinas. Ocho pilastras se unen en la clave de la media naranja y la subdividen en ocho cascos que se perforan alternativamente con vanos cuadrilobulares.
Las alas del crucero ostentan bóvedas de cañón con lunetos cuyos moldurados perfiles apean sobre sencillas ménsulas angulares. Las bóvedas antiguas sucumbieron en el terremoto de 1969. De inmediato se construyeron las actuales que reproducen las anteriores. Este espacio se ilumina mediante dos vanos laterales con vidrieras polícromas.
La capilla mayor, acabada en testero plano, se cubre con bóveda de cañón y lunetos festoneados de pinjantes, elemento ornamental que denuncia la estética de la segunda mitad del siglo XVIII. Recordemos que a raíz del terremoto de 1755, según hemos probado documentalmente, este sector del templo quedó muy arruinado. Motivo por el cual hubo de rehacer la capilla mayor y dotarla de un nuevo retablo.
Al presbiterio se sube por tres escalones decorados con cerámica azul y blanca, muy del gusto de la época. En el costado izquierdo hay una puertecita que comunica con una pequeña sacristía provista también de sencilla techumbre lígnea. Desde una estancia se puede ingresar directamente en el antiguo convento. Como dependencia auxiliar del templo podemos mencionar una pieza de planta rectangular, hoy utilizada como almacén, a la que se ingresa por el ala izquierda del crucero.
Los retablos que se conservan en la iglesia son: el retablo mayor, fechable hacia 1800; el de la Inmaculada, realizado por el estuquista Ramón Correa en 1942; el de Ntra. Sra. de Consolación, antigua titular del convento; el del Crucificado y el de Animas. Estos dos últimos estan instalados en la nave del templo, uno frente al otro. En el primero hay una talla del Crucificado del siglo XVI. Y en el de Animas se exhibe un lienzo con la Virgen del Carmen sacando a las ánimas del Purgatorio. Dicha pintura está firmada por “CORBALAN, ME FÁCIEBAT, 1783. Este último retablo fué ejecutado en 1942, por el tallista Manuel Gómez Carnacea.
Finalmente, debemos reparar en el exterior del edificio. La sobria distribución de su aspecto interior determina la expresión volumétrica del mismo. Por ello, observamos un predominio de la línea recta en los perfiles y del planismo en las fachadas.
El imafronte del templo se remata con un alero, horizontal, sobre canecillos o modillones. Sobre el paramento encalado resalta la portada. Se compone de dos pilastras dórico-toscanas, una cornisa, también sobre cancecillos, y un frontón curvo partido con moldurón central.
Contiguo a la iglesia hay un cuerpo del edificio coronado por la espadaña. Ignoramos su función durante la etapa conventual. Tras la desamortización fué utilizado por los nuevos propietarios como palco para contemplar las carreras de toros que animan los festejones populares de Trigueros al finalizar la recolección del verano.
La espadaña, tan propia de la arquitectura conventual, es un modesto ejemplar. Su severa composición se recorta nítidamente sobre el azul del cielo. Consta de tres vanos de medio punto, separados por pilastras dórico-toscanas. El ático central con frontón triangular queda flanqueado por dos aletones, en cuyos extremos hay restos cerámicos de sendos remates. El frontón tambien posee en cada vertiente un remate de barro vidriado y en el vértice superior un pedestal con una cruz de cerrajería. Es digno de mención el ornato del basamento de la espadaña realizado a base de placas rectangulares en resalto.
Por último, aunque brevemente, tenemos que reparar en la fachada del convento, prácticamente rehecha en la restauración efectuada en el inmueble por Doña Salud Berges en 1944. La portada, de sencilla traza, presenta dos pilastras, esquemático entablamento y frontón triangular partido, que centra el ático también con frontón partido y remate ochavado al centro. En el ático se expone un paño de azulejería sevillana que reproduce a la Virgen del Carmen entregando el escapulario a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, reformadores del Carmelo. Esta cerámica, firmada por A.M.A.S., fué realizada recientemente en la fábrica de “Mensaque Rodríguez y Cía. Triana”.
En líneas generales la fachada adquiere un cierto desarrollo longitudinal. Los paramentos exteriores, como es usual en toda Andalucía, se encalan por imperativo del largo y cálido verano. Tan luminosa fachada, blanca de cal y de sol, aparece ennoblecida no sólo por la portada anteriormente descrita, sino también por las rejas de las ventanas. Su herraje constituye, por sí mismo, una nota de elegancia y buen gusto en el total resultante.