Trigueros

martes, 5 de junio de 2012

Breve historia de Trigueros


Esta tierra de pan fue apreciada desde tiempos remotos. Así no extraña que en Bajohondillo y en la Pasada de los Llanos recalasen, hace más de 100.000 años, los primeros pobladores del término (García y Castiñeira, 1989).
El hombre continuó ocupando este espacio de forma ininterrumpida, dejando diversas huellas, entre las que destaca el Dolmen de Soto arquitectura funeraria que data de hace entre 2.500 y 3.000 años antes de Cristo. Efectivamente, cerca del arroyo de Candón, en la finca de la Lobita, se aloja uno de los dólmenes más suntuosos de la provincia. Es un sepulcro monumental que, cubierto con tierra, modela el falso cabezo de Zancarrón. El citado dolmen forma una galería de 20,90 metros con una cámara única. Fue construido por hombres prehistóricos que lo orientaron de Levante a Poniente con monolitos graníticos traídos, probablemente, de Escacena del Campo, desde unos 40 kilómetros de distancia, con tal maestría que los primeros rayos de sol en el solsticio de verano, 21 de junio, avanzan por el corredor y se proyectan a la cámara durante tres minutos, en un rito donde quizás «los difuntos renacían de la vida de ultratumba, percutados por la luz solar» (Domingo Delgado, 1996; 11).
Dolmen de Soto
Aunque del núcleo de Trigueros no se tiene noticia hasta después de la conquista cristiana, en su término existieron núcleos de poblamiento y villas rurales, de las que nos han llegado diversos restos arqueológicos. Del siglo ii d. C., época de dominación romana, es el llamado Pilar de Media Legua en el antiguo camino de Sevilla (Laso, 1990). De otra parte, Rodrigo Caro y Miguel Quintero hacen referencia a un hermoso brocal de mármol blanco que, desde tiempo inmemorial, existía en la plaza del Carmen..., que hubo de ser pedestal o ara de divinidades (De los Ríos, A., 1891). También existen noticias de un mosaico romano de mármol blanco y negro hallado en El Villar, e incluso, sin fundamento, algunos autores y la leyenda hacen coincidir el Trigueros actual como heredero de la villa romana de Conistorgis (Pérez Quintero, 1796).
La ocupación musulmana se observa porque la Iglesia de San Antón se construye sobre la base de una fortaleza almohade que data del siglo XII. Esta defendía, con otras, el valle del Guadalquivir de las incursiones portuguesas.
Con la conquista del Reino de Niebla, que estaba en manos de Abenmahfot, pasó Trigueros a pertenecer a los Condes de Niebla y posterior­mente también al Ducado de Medina Sidonia.
Pilar de a Media Legua
Poco después de la conquista, en 1268, un privilegio del rey Alfonso X el Sabio hace referencia a la población tratada con el nombre de Puerto del Camino y le convino porque «lo fue efectivamente, despachándose allí cuanto se embarcaba por el Tinto» (Gozálvez, J. L., 1989; 29). Sin embargo, según Amador de los Ríos [1891; 188], que sigue a Mora Negro, «tenía esta villa en 1304 nombre de Cortijo de Cano o Caro, de que queda recuerdo en la sierra llamada del Padre Caro». Esta imprecisión, que se viene repitiendo con frecuencia, ha quedado actualmente aclarada, porque el Cortijo de Pero Caro (A.M.T, 1309; leg. 50) era una aldea de Niebla, cerca de Trigueros, que en los repartimientos de 1309 recibió una dehesa boyal, delimitada por Garci Sánchez, «alcalde del rey y partidor de los heredamientos vagados de Niebla y todo su término»» (Ladero, M. A., 1992; 34).
De todas formas, en un deslinde de términos realizado en el siglo xiii aparece el nombre de Trigueros [Junta de Andalucía, 1988; 3.148] como poblado perteneciente al Concejo de Niebla. En 1324 Alfonso XI donó Trigueros a Juan Alonso de la Cerda, señor de Gibraleón. Sin embargo, Niebla nunca aceptó tal afrenta y en 1346 compró Trigueros a los albaceas del Señorío de Gibraleón. Por este motivo, cuando en 1369, el rey Enrique II de Trastamara dona el Concejo de Niebla a don Juan Alonso Pérez de Guzmán, Trigueros y su término pasan a formar parte del Estado de los Duques de Medina-Sidonia.
Durante el Antiguo Régimen, Trigueros afianzó su población y su estructura urbana porque poseía en abundancia recursos estratégicos para el sustento del hombre. Los campos de trigo alimentaron a agricultores, nobles y clérigos y permitieron el sostén de construcciones y Ordenes religiosas, puntales del progreso de entonces. Con estas bases productivas, Trigueros generó sustanciosos beneficios fiscales a través de la Alcabala del Viento, el Mesón de la Aduana y los impuestos por la Cargazón de Vinos Bastardos (Ladero, M. A., 1992; 109-116). Así, Trigueros aprovechando los restos de la fortaleza, cuyos cimientos probablemente fueron romanos, árabes (Martín Fidalgo, A., 1982) y de los caballeros de la Orden de Calatrava, se dota muy pronto de una iglesia dedicada a San Antonio Abadde estilo similar a la de Santa Ana en el barrio sevillano de Triana. La monumental iglesia de Trigueros fue construida en la primera mitad del siglo xiv, aunque la fachada y la torre actual del templo se debe al arquitecto Tomás Botani, quien la restauró después del terremoto de Lisboa de 1755.
Iglesia de San Antonio Abad
En 1562, a instancias y bajo la protección del triguereño don Francisco de La Palma y Araujo, la Compañía de Jesús se instala en la localidad y fundan un Colegio bajo la advocación de Santa Catalina que aportó entre sus alumnos una serie importante de ilustres personajes (Colegio de Santa Catalina), y en 1565 se comienza a construir «una monumental iglesia, cuyas obras duraron tres años» (Artero Hurtado, 1996). El templo de la Compañía de Jesús poseía una sola nave con crucero cubierto de bóveda de cañón y media naranja con linterna que se desplomó en 1755 y todavía espera su reconstrucción. La labor cultural de los Jesuitas fue muy amplia ya que instalaron en el municipio la primera imprenta de la provincia y prepararon varias expediciones de evangelización a América.
La importancia de Trigueros debió de ser enorme, porque también, al menos desde 1552, los Carmelitas Calzados tenían una ermita rural próxima a la población, posiblemente situada donde se encuentra actualmente la Fuente del Carmen, popularmente conocida como  pocito del Carmen y en 1596 abrieron al culto una iglesia en el núcleo, similar a la construida por la Compañía de Jesús. Junto a la iglesia se levantó el Convento del Carmen, hoy Centro Cívico de la Villa.
De esta forma, Trigueros mantiene y estabiliza una elevada población en el siglo xvi. Según el censo de 1549, reunía 711 vecinos, y en 1591, 737, es decir, más de 3.000 habitantes, que le convirtieron en uno de los núcleos más poblados de la actual provincia de Huelva. Así no fue extraño que en 1592 Francisco de Vides organizase una expedición a la Nueva Andalucía, en Venezuela.
La crisis general del siglo xvii se observa en Trigueros en una pérdida sustancial de vecinos, pues si en 1622 sostuvo a 600, en 1641 bajaron hasta 488 y en 1693 llegaron a ser 472 vecinos. En este descenso incidieron, entre otras calamidades, algunos malos años agrícolas y la guerra de la independencia con Portugal. Las continuas razzias a uno y otro lado de la frontera fueron frecuentes y una de ellas, en 1666, devastó y saqueó Trigueros. Sin embargo, la crisis no debió de ser tan virulenta como en otros lugares porque en 1655 se calculaba para Trigueros «1.400 personas de comunión, cuando en Huelva sólo había 693...» (Gozálvez, J. L., 1989). Aprovechando estas ventajas comparativas y las necesidades imperiosas de una monarquía en declive, Trigueros consigue en 1768 de las manos del rey Carlos II el título de Villa, que la exime de la jurisdicción de Niebla (A.M.T, 1768; Leg. 50).
Durante el siglo xviii, Trigueros sigue apareciendo como tierra de promisión y destaca por el número de eclesiásticos. Según el Catastro de Ensenada, en el pueblo radicaban 40 religiosos, número sólo igualado por Huelva y superado por Zalamea, que tenía 42.
En el citado Catastro se contabilizan 14.320 fanegas, de las cuales 10.190 eran de sembradura, 96 de olivar, 130 de viñedos y 3.907 de dehesas (Núñez Roldán, 1987). En ganadería destacó por el ganado ovino, con 9.402 cabezas, el porcino con 2.360 y el vacuno con 1.821.
En el siglo de las luces, la ausencia de guerras y grandes epidemias hizo que la población de Trigueros aumentase, hecho que no era fácil, dado el modelo demográfico del Antiguo Régimen, con alta natalidad y mortalidades catastróficas. Así, partiendo de los 500 vecinos de 1725 se alcanzan los 750 en el año 1764, o sea, unos 3.300 habitantes, lo que significa triplicar la población de Niebla.
Convento del Carmen
La robusta economía triguereña permitió hacer frente con éxito a cualquier contratiempo. Efectivamente, la calamidad más intensa que sufrió Trigueros en el XVII fue el terremoto de Lisboa en 1755. Este asoló hasta los edificios más nobles de la población De las 666 casas, sólo el 12 por 100 continuaron habitables; el 58 por 100 fueron totalmente destruidas y el resto necesitó obras mayores para su rehabilitación. También quedaron destruidos casi todos los edifi­cios públicos, tanto religiosos como civiles. Algunos no volverían ya a levantarse. Citaremos las Ermitas de San Roque y de San Sebastián, la iglesia de Santa Brígida, la Casa de la Orden de Calatrava, las Casas del Cabildo, etc. Además, se perdieron muchas fanegas de trigo y arrobas de vino. Ante las dimensiones de la catástrofe, el Cabildo de Trigueros formuló una petición al Duque de Medina-Sidonia para poder reutilizar en la reconstrucción los materiales del castillo también arruinado (González Serna, M., 1995). La pronta recuperación de Trigueros se detectó en la ausencia de grandes bajas demográficas, hasta tal punto que en 1764 Trigueros sólo presentaba dos vecinos menos que en 1751, es decir, 750.
El siglo XIX perpetúa los fundamentos económicos del sustento, y Trigueros sigue produciendo «mucho trigo, vino y aceite», además hubo cría de ganado lanar, vacuno, cabrío, de cerda y caza menor y destacó en industrias artesanales. Estas se aprovecharon del potencial agroindustrial del término y conformaron un parque nada despreciable de «15 fábricas de alfarería, 5 de canales, 8 tahonas y 12 vigas de aceite» (Madoz, 1845), que mantenían holgadamente a sus 3.534 habitantes de mediados del XIX.
Pero el desarrollo político-institucional no favoreció al Trigueros decimonónico porque, después de ser rechazada como capital provincial, se inicia en el territorio de esta nueva demarcación estatal un sordo éxodo rural, a favor de Huelva, que se intensifica con la febril actividad minera del Puerto capitalino a finales del XIX. Trigueros, núcleo eminentemente rural, ya no puede ser locomotora de su propio desarrollo y, a partir de ahora, aparece a remolque de iniciativas exteriores.
Durante el siglo XX Trigueros se debate entre un mundo rural con una agricultura en descomposición, que se mecaniza y arroja jornaleros y pequeños campesinos a la lista del paro, y los efectos benéficos e inducidos del desarrollo industrial de Huelva y su entorno de nueva agricultura, a la que Trigueros no puede aunarse por sus suelos albarizos.
De todas formas, Trigueros posee, actualmente, importantes bazas de desarrollo porque la articulación del espacio provincial y las facilidades de transporte permiten considerar a su territorio como «un espacio para la vida», cerca de la ciudad, pero exento de sus inconvenientes.