Trigueros

jueves, 5 de junio de 2014

Apuntes históricos sobre Trigueros.

Según estudios realizados por algunos geólogos, el terreno en que se halla enclavado este pueblo, fue a principio de la época pliocena el amplio estuario de un río que vino a ser invadido por el légamo margoso que hoy se ver consolidado y que más tarde, en virtud de ligeras compresiones laterales de dirección E-O, sufrió la ligera modificación de su relieve originario que hoy se observa.
Dicen algunos historiadores, que en las proximidades de Trigueros debió asentarse la antiquísima ciudad de «Conistorsis»; pero ello no ha podido confirmase, pues si bien en algunas ocasiones se han encontrado vestigios de épocas remotas, no son lo bastante para deducir la existencia de una población de tan extraordinaria importancia como lo fue aquella, según la Historia y cuya situación exacta se ha perdido en la noche de los tiempos.
El célebre historiador español Amador de los Ríos,  escribe a este particular: «En el término de Trigueros, hubo en la antigüedad muchas pequeñas poblaciones, de las que se han extraído antigüedades romanas y árabes. Entre las primeras reliquias de la primera edad, allí descubiertas, como las más importantes de toda la comarca, es, ciertamente, un hermoso puteal de mármol blanco, que de tiempo inmemorial existía en la plaza del Carmen, de dicha villa, delante del convento de Carmelitas Calzados, sirviendo de baso a una columna mal formada de mampostería, que tenia encima una cruz de madera toscamente labrada». Tanto Rodrigo Caro, como Miguel Ignacio Pérez Quintero, al hablar de este monumento estiman que hubo de ser «pedestal de alguna estatua, al parecer de Baco, o de otra falsa divinidad pagana».
Puteal
Es de hermoso mármol blanco, no propio de la provincia, y de figura, cilíndrica; mide algo más de una vara de alto y otra de diámetro, y por bajo de la moldura en que por su parte superior remata, se desarrolla en relieve, harto deteriorado por desventura; la decoración, constituida por cuatro genios desnudos que soportan gruesas guirnaldas de hojas de laurel, cogidas a intervalos regulares por una cinta que se enrosca en la» referida guirnalda, mientras que en la parte inferior destacan asimismo de resalto los cuatro signos zodiacales, Aries, Capricornio, Sagitario y Leo. Sobre la zona media en que destacan los genios, se halla la siguiente inscripción trazada en dos líneas y cuyo principio señala un espacio colocado después de la palabra: A. V. G.: C. Sempronius. Cal. Próculus. Servillanus Et C. Sempronius C. T. Gal. Servillanus. D. Donum. A. V. G. (Semproni.)
Bien por la singularidad del objeto por las indicaciones sin duda de algunos de los que habían hasta entonces examinado el puteal, en 1829, el alcalde mayor de aquella villa, don Isidoro Benito Aguado, movido por la belleza que aún conserva el monumento, a pesar de lo maltratado que se halla por las injurias del tiempo y de la ignorancia, y queriendo precaver su total destrucción, trató de colocarlo en las Casas Consistoriales y con este motivo se descubrió que era hueco, con indicios de haber servido de brocal, por las rozaduras del borde, enviando a la Academia de la Historia un dibujo hecho con la mayor prolijidad, y discurriendo sobre su inscripción y sus adornos, por el laurel y los signos del Zodíaco, sospecha, no sin verosimilitud, que estuvo dedicado al Sol este monumento. En 1844 fue trasladado al Palacio de la Diputación Provincial de Huelva, y mas tarde al Museo de Sevilla, en el que actualmente se encuentra.
Entre las ruinas de castillo que fue del duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, a quien pertenecía el señorío de esta villa, se encontró una lápida sepulcral de los últimos tiempos de imperio romano, con cinco líneas en la siguiente inscripción:  


«Britto. An (Morum)
 XXXXV
 Siquis. Es.
 Proeteria (M) S. Lege
 Sit. Tibi, Ter, (R) Levis»

Además de estos monumentos y otros que han desaparecido, se descubrió también en las cercanías del pueblo, un hermoso mosaico romano de mármol blanco y negro, desconociéndose el sitio en que fuera a parar; y en el año 1825, una ollita de barro con cien monedas de plata de la época romana, que se remitieron a la Intendencia de la provincia.
Lo único que hoy se conserva es un hermoso abrevadero público, obra de los romanos, conocido como «Pilar de la media legua» situado en el camino real de Sevilla a Portugal, a unos dos kilómetros de Trigueros. Es tan abundante su caudal de agua, que ni en los mayores estiajes se ha conocido cortado el chorro que constantemente corre por la superficie.
Hay a corta distancia del abrevadero una zona que se llama “La Matanza”, y que según reza la tradición, tomó ese nombre por  haber sido allí precisamente donde fueron alcanzados y diezmados por los partidarios de don Pedro I de Castilla, los nobles sevillanos que se habían sublevado contra el rey, y huían con dirección a Portugal.

Como cosa curiosa e importante, relacionada con los antiguos monumentos, y aunque estas  mal pergeñadas notas resulten largas y pesadas, voy a copiar parte de un escrito que el 22 de marzo de 1926 elevo el alcalde de esta población, por acuerdo del Ayuntamiento pleno, al excelentísimo señor presidente del Consejo de ministros –que lo era entonces el general Primo de Rivera, de feliz recordación- , pidiendo una gran cruz o título nobiliario, como recompensa, para el descubridor del raro monumento, que se bautizó con su nombre, y que gracias a él pudo, no solo descubrirse, sino legarse a la posteridad en condiciones de que jamás desaparezca. Dice así: «Enclavada en el término municipal de este pueblo que se encuentra en el límite oriental de la provincia de Huelva; hallase una finca conocida por «La Lobita», propiedad del ilustrísimo señor don Armando de Soto Morillas. En el subsuelo, bajo la rojiza tierra, miles y miles de años ha permanecido oculta una joya de inapreciable valor histórico. Un dolmen gigantesco, el mayor en su género descubierto hasta ahora; mausoleo importantísimo –al decir de los arqueólogos-, representante de altísimo valor de la civilización llamada de los «dólmenes», que comienza al final del periodo neolítico y alcanza su fase culminante durante la Edad del Cobre -3.000 años antes de J.C.- y subsiste aún en algunas regiones, como en el Norte de África y en la Europa septentrional, a principios de la Edad del Bronce. Débese el descubrimiento de tan grande hipogeo, al mismo señor de Soto, que un día del año 1923 –año que coincide con uno de los mas grandes y memorables acontecimientos políticos que registra la Historia de España y en cuyas páginas quedará gravado con letras de oro-, llego a sus manos una copia de una diligencia de deslinde practicada por este Ayuntamiento precisamente un siglo antes, ya que fue en 1823 y casualmente encontrada en el Archivo municipal. ¡Bendita casualidad!, que dio la iniciativa a aquel hombre benemérito, que, alentado por la fe que el Hacedor Supremo infunde a los descubridores trabajó un día y otro día sin cesar, poniendo a contribución sus vitales energías y su fortuna para legar a la posteridad, como lo ha hecho, un monumento de tan extraordinaria importancia, cual consideran los técnicos en la materia; al dolmen, bautizado con el nombre de «Soto», su descubridor; nombre que quedará para siempre ligado a uno de los mas resonantes descubrimientos arqueológicos registrados en España durante los últimos lustros, según declara el sabio arqueólogo alemán don Hugo Obermaie, en el folleto descriptivo publicado en el año 1924; agregando que «los visitantes del mausoleo del cerro de Zancarrón, tan dignamente conservado por don Armando de Soto, estudiarán con onda emoción los extraños gravados de aquellos megalitos que les hablan de mortales desaparecidos hace 5.000 años, de comunidad, de cultura o de uniformidad de creencias misteriosas, desde el Mediterráneo hasta la Bretaña francesa y la Isla de Irlanda»
Algo no desconocido para la gente debía existir en el lugar del descubriendo, cuando en la diligencia del deslinde a que nos hemos referido, extendida el 8 de enero de 1823, hay un párrafo que, literalmente copiado dice así: “Primeramente, al sitio de Sancarrón, está y quedo un abrevadero marcado y deslindado del demás campo, su figura es un cuadrado tiene cuatrocientas ocho varas de base, otras tantas de altura, su base es concaba combesa, ocupa treinta fanegas de tierra coge la casa de Barriga Berde en medio, linda por el Lebante con el arroyo de Candón, por el Poniente con el cabesillo de Zancarrón donde está enterrado Moamah ben-Muza , a quien se debe la primera obra Algebraica pués la publicó en el Siglo octavo que contiene las soluciones de la Ecuaciones del Segundo grado…”
Con tales antecedentes, el señor de Soto dispuso hacer las excavaciones que se realizaron para hallar ese enterramiento, tropezándose con el “dolmen” descubierto. . Nosotros nos inclinamos a creer, por ser lo mas verosímil , que en ese dolmen recibiera sepultura aquel sabio que adoptara nombre de moro, pero que según algunos historiadores, era un cristiano renegado, razón por la cual no pudo enterrársele en Niebla, de acuerdo con la religión mahometana, eligiéndose aquel otro lugar, y el mausoleo existente, para guardar eternamente los restos mortales del que por razón de creencia no podía reposar dentro del recinto amurallado de dicha ciudad musulmana, pero que tampoco había de tratársele como a un humilde “rumí”, sino con los honores y consideraciones debidas a personalidad tan destacada.
Perteneció Trigueros al Condado de Niebla, estando bajo su jurisdicción hasta el año 1678, en que se le eximió de la misma, por Real Provisión de S. M. don Carlos II; delimitándose su término con los de Beas y San Juan del Puerto. El escudo de la villa está formado por cuarteladas, en las cuales figuran tierras sembradas y barbecho, un manojo de espigas de trigo y un olivo. Lo rodea una orla de castillos y leones entre dos palmas enlazadas, y lo remata una corona condal.
Es un pueblo moderno, sano y limpio. Sus calles son amplias y bien urbanizadas; tiene una extensa red de alcantarillado, tres hermosas plazas y gran número de edificios particulares, que nada tienen que envidiar a los de otras poblaciones más importantes.
Entre los edificios públicos, se encuentra la Casa Consistorial, de una solidez extraordinaria, de bello aspecto interior y exterior y bien acondicionado. Este edificio que entre los siglos XVIII y XIX, estuvo destinado a panaderas del Pósito, en el año 1808 y posteriores de la invasión francesa, contenía 20.000 fanegas de trigo.
Las escuelas nacionales de niños y niñas, construidas a expensas del Excmo. Sr. D. Luís María Toscazo y Montiel, sobre el solar del que fue hospital de Santa Brígida –imagen ésta que se conserva en el convento del Carmen- y otros edificios que se adquirieron y derribaron con tal objeto. Aneja al mismo está la capilla del Patrón, San Antonio Abad, tan venerado por los hijos de este pueblo.
La Misericordia es una pequeña iglesia de escaso valor arquitectónico pero rica en historia. Fue inclusa, y en el torno que existía en el compás, se depositaban a los niños abandonados por sus padres y allí se criaban, con las rentas que poseyó hasta que se promulgó la Ley de Desamortización, desapareciendo entonces aquella Casa-cuna, por no poder ya subsistir.
Se veneran en dicha iglesia tres imágenes de gran mérito artístico: Nuestra Señora de los Dolores, Cristo yacente, en una urna de extraordinario valor, y Santa Catalina.
Convento del Carmen. Aquí estuvo establecida durante muchos años, una comunidad de “carmelitas descalzos”. Esta iglesia no es muy antigua; está bien cuidada y atendida por la Hermandad del Carmen que en ella radica. En lo que fue convento-residencia de dicha comunidad, se realizan importantísimas obras de reforma y adaptación del edificio, adquirido por doña Salud Berges Vides, y a sus expensas, para Colegio de Carmelitas descalzas Misioneras.
Iglesia parroquial. Es un hermoso edificio de tres naves y varias capillas adosadas a ambos laterales. De gran valor arquitectónico. Según opinión de algunos técnicos, su construcción debe datar de los siglos XIII-XIV y parece ser que perteneció a la Orden de los Templarios, a juzgar por un adorno que existe en el arranque de uno de los arcos de la nave central con la lateral izquierda, consistente en dos herraduras enlazadas, que era, según dicen, el emblema de dicha Orden religiosa-militar. La totalidad del edificio se halla cubierto por azotea de ladrillo, de magnifico aspecto y solidez.
Su esbelta torre, fachada y coro, no corresponden al mismo orden arquitectónico del resto del edificio, pues el terremoto de Lisboa, ocurrido el día 1º de noviembre de 1755 derribó los cuatro torreones que tenía y la primitiva fachada; siendo ésta sustituida por la actual, y aquellos por una sola torre de dos cuerpos con balcones y aguja de azulejos. Las obras fueron realizadas por el maestro alarife don Juan Cuadri, -fundador de la familia que lleva este apellido, por haber contraído aquí matrimonio-, bajo la dirección del arquitecto don Tomás Botani, ambos venidos expresamente de Italia.
En la iglesia hay algunas esculturas de relativo mérito. La imagen de Patrón San Antonio Abad, que ocupa el altar mayor; el milagroso Cristo de los Remedios, encontrado en una catacumba de Roma y traído a Trigueros con autorización del Sumo Pontífice, por un militar de alta graduación apellidado Araujo Villaseñor, cuando nuestra guerra con Italia. Debe estar siempre cubierto por un velo de terciopelo rojo, que no puede descorrerse más que en los viernes de marzo, mientras se canta el Miserere, y si que pueda sacarse a la calle en procesión que no sea de prerrogativas.
La otra imagen a la que nos referimos e la de Nuestra Señora de la Asunción, escultura bellísima, por cuya procesión se entabló hace muchísimos años una verdadera batalla campal, a pedrada, entre un grupo de vecinos de cierto pueblo no muy distante y los de Trigueros, consiguiéndose que se quedara aquí para siempre, como correspondía por derecho propio.
Hubo además en trigueros con anterioridad al citado terremoto –que la destruyó en gran parte-, una iglesia y colegio de la Compañía de Jesús. Este hermoso edificio, que se encuentra en relativo buen estado, es de la propiedad de la señora doña Elvira Sánchez Infante. Lo único procedente de aquella iglesia que se conserva, son la imágenes de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, en la Misericordia, y la antigua maquinaria de bronce que activa el reloj instalado en la torre de la iglesia parroquial.
Quiero dar algunas noticias sobre el terremoto de Lisboa, que tantos estragos causó en este pueblo, porque seguramente las ignora la inmensa mayoría de mis convecinos.
Comenzó el seísmo a las diez de la mañana del día 1º de noviembre de 1755. Había entonces en Trigueros, 666 casas, de la que únicamente quedaron habitables 79; inhabitables 587. Entre las ruinas desaparecieron 2.796 fanegas de todas clases de granos y muchas arrobas de vino.
Estos antecedentes, con todo género de detalles, constan en un acta levantada para apreciar los daños, en la cual hay dos párrafos finales que dicen textualmente: “Las dos familias regulares sin clausura donde acogerse, ni campana ni reloj para gobernarse y el pueblo sin Iglesia donde decir Misa y celebrar los Oficios Divinos. Se halla la villa sin Escuela ni Estudios para Doctrina de los párvulos además de los muertos y heridos a impulsos de las ruinas”; y termina de esta forma : “Trigueros el Destruido, noviembre de 1755”.
Es curioso, pero que por su mucha extensión no transcribo, el voto perpetuo que hizo este Ayuntamiento ante los Santos Evangelios sostenidos por el Rvdo. P. Rector del Colegio de los Jesuitas, en la Misa celebrada el domingo 4 de enero de 1756, el cual se encabeza así: “Solemne voto prometido por el Cabildo, Justicia y Regimiento de la villa de Trigueros, en honor del glorioso Señor San Francisco de Borja, para que la Divina Majestad se digne por su intercesión conceder la felicidad y los buenos temporales…”  Este voto debía renovarse anualmente el día 10 de octubre en la Iglesia y Colegio de la Compañía de Jesús; pero con la desaparición de una y otro, no sabemos que se haya cumplido jamás.
Hijos ilustres de Trigueros: Pedro Caro, a quien se debe su fundación, según ciertos historiadores, que se aseguran ser que este pueblo  tuvo su origen en el llamado “Cortijo de Pedro Caro”,  situado en las inmediaciones de la ribera de lo Anicoba.
General Juan Garrido, el cual se distinguió bastante en su carrera de armas, llegando a ser con el grado de teniente general de Trapani (Sicilia)
Fray José Antonio Pascual de Mora Márquez, curso estudios teológicos, ingresando más tarde comendador en la Orden de la Merced descalza de la que fue comendador o prior en el convento de Huelva, y elegido por sus propios merecimientos, Provincial de la misma Orden. Tubo fama de erudito y de orador cultísimo. De extraordinaria elocuencia y debido a sus notabilísimos sermones, se le conocía con el nombre de “Padre, pico de plata”.
Fray Juan Peguero, religioso dominico que fue Obispo de Indias.
Jorge González, acompañó o Cristóbal Colón en su primer viaje descubridor, y fue muerto por los indios en lo isla “La Española”, con otros treinta españoles que fueron dejados en lo misma con propósitos colonizadores.
Miguel Ignacio Pérez Quintero. Fue catedrático por oposición de la villa de Huelva; perteneció a la Academia de Buenas Letras, de Sevilla, y fue académico de número en la Económica de  la misma ciudad, de la de Madrid y de la Real de la Historia. Gran amigo de Jovellanos, publicó varios libros y entre ellos, "La Beturia Víndicada", que le dio celebridad.
Don Fernando Belmonte Clemente, eminente jurisconsulto de una vasta cultura y gran conocedor de las artes y de las ciencias, versadísimo en todas las ramas del saber  humano, de cuyas disciplinas dejó eficaz constancia en el Archivo General de Indias de Sevilla, del que estuvo bastante tiempo encargado.
Don Luís María Toscano Montiel, fue diputado a Cortes en los Constituyentes del 69; y en su testamento legó al pueblo un edificio para escuela nacional de niños y niñas, que en su época fue de lo mejor que se conocía en este género de construcciones.
Antonio Jerez Fernández, General de Brigada de muy brillante ejecutoria, hizo la carrera militar con notable aprovechamiento y apenas salido de la academia con el grado de alférez,  tomó parte en las guerras carlistas, distinguiéndose grandemente por su bizarría en Estella. Se distinguió igualmente en nuestras guerras coloniales ascendiendo a coronel y siendo destinado a mandar al regimiento de Infantería de Soria, de la guarnición de Sevilla. Adquirió la oficialidad del Cuerpo por suscripción, y le regaló, el valioso bastón de mando que usaba el cabecilla Macho, muerto en 1896 en el combate desarrollado en Punta la Brava (Cuba). Alcanzó el empleo de general de brigada, falleciendo en Sevilla poco tiempo después.


Horacio Sánchez.   Revista de San Antonio Abad de 1944

1812: Trigueros jura «La Pepa».

EI alzamiento popular que, el 2 de Mayo de 1808, protagonizaron los madrileños contra las tropas francesas que habían invadido a España dio comienzo a la Guerra de la Independencia que, durante seis años, llenaría a nuestra nación de calamidades y desgracias de todo tipo.
Napoleón Bonaparte, autocoronado Emperador de Francia, nombró como Rey de España a Su hermano José I (el «Pepe Botella» de las Coplas populares) mientras los patriotas españoles, que no aceptaban el dominio del francés intruso, designaban en Aranjuez a una Junta Central que se encargase del gobierno de la nación mientras durase el Secuestro en Francia de su legítimo Rey Fernando Vll, Junta que pronto Se vio obligada a trasladarse a Sevilla desde donde, lejos de los invasores, dictaba sus decretos a las zonas libres de la ocupación francesa.
Casi dos años después len Enero de 1810) el ejército napoleónico, mandado por el Rey José l en persona, invadió por segunda vez Andalucía de donde había sido expulsado en Julio de 1808 tras la derrota de BaiIén y el uno de Febrero el Mariscal Victor se apoderó de Sevilla, poniendo nuevamente en fuga a la Junta Central que se refugió tras las murallas de Cádiz, único lugar del suelo patrio que jamás fue pisado por los invasores y que desempeñaría tan importante papel en nuestra historia contemporánea.
Ante la proximidad del ejército francés el Condado de Niebla fue abandonado por las tropas españolas, que se replegaron hacia Cádiz para protegerla, siendo ocupado rápidamente por los franceses que situaron guarniciones en su capital, San Juan del Puerto, Huelva y Moguer con el fin de defender el estuario de los ríos Tinto y Odiel y evitar posibles ataques fluviales por parte del ejército español.
Los pueblos de la comarca onubense, carentes de defensas y de protección militar, ante su incapacidad para oponerse a los invasores tuvieron que someterse a su autoridad, colaborando con ellos, a su pesar, y suministrándoles los recursos que quisieron exigirles que, generalmente, excedían de sus posibilidades.
Trigueros no fue una excepción y en los dos años largos que los franceses ocuparon Andalucía tuvo que facilitar a las tropas napoleonicas suministros por un importe de 2.772.591 reales de vellón, que unidos a los efectuados a los ejércitos españoles (que ascendieron a 968.184 reales de vellón) dejaron la economía de sus vecinos tan maltrecha como es de suponer. Por otra parte, el nombramiento de sus autoridades estaba sometido a la aprobación del Comisario Regio General de las Andalucias, con sede en Sevilla y nombrado por el Rey Intruso José I. El Conde de Montarco, que desempeñaba este cargo en 1812, dio su conformidad para el siguiente Ayuntamiento que en este año regiría la administración municipal Triguereña:

Alcaldes: D. Joaquín García López y D. José Montiel
Regidores: D. Bartolomé Pérez, D, Manuel Barrera, D. Ignacio del Álamo, D. Manuel Fernández, D. Francisco Peguero y D. Juan Robles
Procurador Síndico: D. Antonio Ramos.
Alguacil Mayor: D. Diego García.

Mientras tanto en las ciudades de Cádiz y de Isla de León (llamada hoy San Fernando), donde residía el Gobierno nacional, se reunieron las Cortes convocadas por el Consejo de Regencia que había sustituido a la Junta Central y redactaron la primera Constitución Española que, por haberse promulgado el 19 de Marzo de 1812, festividad de San José, fue bautizada por el pueblo gaditano, tan dado a chirigotas incluso en aquellos dramáticos tiempos, con el nombre de «La Pepa». Decir entonces «Viva la Pepa» no tenía el significado de atribución de irresponsabilidad y despreocupación que la expresión tiene en nuestros días. Significaba, lisa y llanamente, vitorear a la Constitución. A partir de entonces en la España no sometida a José l y que añoraba la vuelta al trono de Fernando VII, «el deseado», todas las autoridades pasaron a ser ·«constitucionales», previo juramento del Código gaditano, requisito imprescindible para tomar posesión de cualquier Cargo.
Pero la buena estrella que siempre había acompañado a las tropas de Napoleón a través de Europa comenzó a declinar en España, precisamente en este año de 1812. El ejército español, aliado con el de ingleses y portugueses bajo el mando supremo de Lord Wellington, conseguía victoria tras victoria sobre los soldados que estaban acostumbrados a humillar a Europa entera. La derrota de Arapiles (22 de Junio), el abandono de Valladolid (30 de Julio) y la conquista de Madrid (12 de Agosto), precipitaron la evacuación de Andalucía por los franceses.
El 11 de Agosto un ejército español, procedente de Cádiz, que mandaba el General Cruz Mourgeon, desembarco en las playas de Mazagón y, ante su presencia, los destacamentos franceses de la zona se replegaron hacia Niebla. Un Segundo desembarco aliado, esta vez en Huelva, el día 15 del mismo mes, puso a los invasores en franca retirada hacia Sevilla abandonando la capital del Condado, no sin antes volar su imponente castillo. La tierra onubense quedó así definitivamente libre de franceses, quienes el día 25 levantaron el sitio de Cádiz y, ante el avance de las tropas del General Cruz unidas a las del inglés Skerret, evacuaron también la capital hispalense el 27 de Agosto, no sin que su retaguardia, que se retrasó, fuese batida por los aliados en el barrio de Triana el día 28.
La noticia de la liberación de Sevilla corrió como la pólvora por los territorios que habían sufrido las vejaciones del enemigo y el Ayuntamiento de Trigueros se apresuró a convocar una sesión para el día 30 de Agosto, en la que la Corporación juró la Constitución como Ley fundamental de la Monarquía Española, acordando que el día 2 de Septiembre se hiciera solemne publicación de ella en la Plaza de la Iglesia de San Antonio Abad para conocimiento del vecindario, al que se convocó mediante edictos, e invitando al acto a los eclesiásticos regulares y seculares de la villa y «a todos los vecinos más visibles de ella» (quiere decir los mas principales) para que se presentasen a el «en el traje más desente que puedan y con objeto de que todos los corazones que tan oprimidos han estado se ensanchen», permitiéndose que durante los días uno y dos hubiera iluminación completa (en las noches de luna era costumbre suprimir la iluminación para ahorrar aceite) y que «desde el día tres hasta el siete inclusive Se hagan regocijos de novillos y otros de pura y desente diversión, bajo el mejor orden, prohibiéndose la embriaguez y desenvoltura escandalosa».
El Escribano Público de Trigueros D. Isidoro Gómez Rodríguez, que durante muchos años fue Secretario de su Ayuntamiento, nos ha dejado un testimonio, fechado  el 10 de Septiembre de ese glorioso año de 1812, en el que, con minuciosidad periodística, relata los actos que se desarrollaron en los comienzos de aquel mes en que el pueblo triguereño tuvo ocasión de conocer la Ley básica de la España libre. Por él Sabemos que el día uno de Septiembre se construyó en la Plaza de la Iglesia una tribuna sostenida en ocho arcos, colgada y adornada convenientemente, colocándose en su centro, bajo un dosel, un retrato de Fernando VII cubierto con un velo y se invitó al vecindario para que hiciera las mayores demostraciones de alegría, por la que debía reinar en los corazones de todos al ver y participar en el acto más grande de la Nación. Por Ia noche se iluminó todo el pueblo, las azoteas y la torre de la iglesia, repicando todas las campanas de ella y las de las ermitas de la villa y Convento del Carmen, acompañando al repique salvas de fusilería de la tropa que, ocasionalmente, se encontraba en Trigueros.
En la tarde del día dos el Ayuntamiento, acompañado por sus invitados, se trasladó desde las Casas Capitulares hasta la Plaza de la Iglesia, abarrotada por el gentío, y en cuya tribuna, a la que daban guardia los soldados, se había colocado una mesa delante del retrato del Rey y, sobre ella, un ejemplar de la Constitución.
Comenzó el acto cívico con el descubrimiento de la efigie de Fernando VII en medio de un repique general de campanas, orquesta de música, salvas de los fusiles y vítores de los asistentes. El Alcalde primero D. Joaquín García López, haciendo el debido acatamiento al retrato del Soberano, entregó la Constitución al Secretario del Ayuntamiento que, en medio del silencio general, comenzó pausadamente su lectura en la que hizo tres descansos, que se aprovecharon para repartir dulces y monedas a los asistentes y para repetir los repiques de campanas, música, salvas de fusilería y aclamaciones populares. Terminó el acto con idénticas muestras de júbilo, devolviendo el citado Alcalde el Código gaditano a su mesa y corriendo el velo que cubría el retrato del Rey.
Los días siguientes se dedicaron a regocijos públicos de novillos y otros festejos y el día ocho, desde el alba, comenzaron a repicar las campanas de la villa anunciando la función religiosa que en esa mañana se celebró en la Iglesia Parroquial de San Antonio Abad, en la que nuevamente se dio lectura a la Constitución, se celebró misa, se renovó el juramento constitucional y, finalmente, se canto un solemne Te Deum. Asistió a estos actos el Ayuntamiento con sus invitados y todos ellos fueron recibidos a las puertas del templo por el Cura Párroco Don Alejandro Villar y Rojas, Vicario Eclesiástico y Examinador Sinodal del Arzobispado de Sevilla, que les ofreció el agua bendita, y al que acompañaban los clérigos de la villa.
El Ayuntamiento de Trigueros, creyéndose ya limpio de la mancha de afrancesamiento con su adhesión a la Constitución gaditana, recibió el 24 de Septiembre como Juez de Primera Instancia (Trigueros era entonces cabeza de partido judicial) al Licenciado Don Joaquín Avendaño y Santiago, nombrado para tal cargo por el Jefe Político de Sevilla, a quien el Alcalde Don Joaquín García López entregó la vara que era insignia de su jurisdicción. Cuatro días más tarde el Juez convocó a la Corporación municipal y, en aplicación de un Decreto de 11 de Agosto anterior, la destituyó por haber recibido sus Cargos del Gobierno intruso, decisión que los munícipes acataron con resignación, devolviendo sus varas los dos Alcaldes.
Rápidamente se nombró otro Ayuntamiento «constitucional» formado por el médico Don José Clemente Ruiz como Alcalde, y cuyos regidores eran D. José María García, D. Pedro Ruiz, D. José Garrido, D. José Cantalapiedra, D. Francisco Márquez y Don Sebastián García, manteniéndose como Procurador Síndico a D. Antonio Ramos, que era Catedrático de Latinidad y, posiblemente, una de las personas más relevantes de la villa.
Estos inapreciables documentos guardados en el Archivo Municipal de Trigueros (el acta Capitular del 30 de Agosto y el testimonio del 10 de Septiembre) han permitido conservar para la posteridad la memoria de un importante acontecimiento de la historia local que, sin ellos, habría caído en el olvido una vez desaparecidas las personas que participaron en él. Pero tienen también un grandísimo interés para la historia de una tradicional diversión triguereña, cuyo comienzo podría haber tenido lugar en este año de 1812. Me refiero a la suelta de vaquilla que se celebra en los primeros días de Septiembre «desde tiempo inmemorial», como rezan los programas que anualmente anuncian los festejos.
Mientras no se descubra otra fecha anterior que permita situar a las típicas capeas en más lejanos años, ese «tiempo inmemorial» tiene un origen muy concreto: Septiembre de 1812, en el que los triguereños, libres ya de la opresión francesa, tuvieron ocasión de conocer, de jurar y de vitorear a «La Pepa».

ALFONSO ARTEHO HURTADO

Revista de San Antonio Abad. 1992