EI alzamiento popular que, el 2 de Mayo de 1808, protagonizaron los
madrileños contra las tropas francesas que habían invadido a España dio
comienzo a la Guerra de la Independencia que, durante seis años, llenaría a
nuestra nación de calamidades y desgracias de todo tipo.
Napoleón Bonaparte, autocoronado Emperador de Francia, nombró como Rey
de España a Su hermano José I (el «Pepe Botella» de las Coplas populares)
mientras los patriotas españoles, que no aceptaban el dominio del francés
intruso, designaban en Aranjuez a una Junta Central que se encargase del
gobierno de la nación mientras durase el Secuestro en Francia de su legítimo
Rey Fernando Vll, Junta que pronto Se vio obligada a trasladarse a Sevilla
desde donde, lejos de los invasores, dictaba sus decretos a las zonas libres de
la ocupación francesa.
Casi dos años después len Enero de 1810) el ejército napoleónico, mandado
por el Rey José l en persona, invadió por segunda vez Andalucía de donde había sido
expulsado en Julio de 1808 tras la derrota de BaiIén y el uno de Febrero el
Mariscal Victor se apoderó de Sevilla, poniendo nuevamente en fuga a la Junta
Central que se refugió tras las murallas de Cádiz, único lugar del suelo patrio
que jamás fue pisado por los invasores y que desempeñaría tan importante papel
en nuestra historia contemporánea.
Ante la proximidad del ejército francés el Condado de Niebla fue
abandonado por las tropas españolas, que se replegaron hacia Cádiz para
protegerla, siendo ocupado rápidamente por los franceses que situaron
guarniciones en su capital, San Juan del Puerto, Huelva y Moguer con el fin de
defender el estuario de los ríos Tinto y Odiel y evitar posibles ataques
fluviales por parte del ejército español.
Los pueblos de la comarca onubense, carentes de defensas y de
protección militar, ante su incapacidad para oponerse a los invasores tuvieron
que someterse a su autoridad, colaborando con ellos, a su pesar, y suministrándoles
los recursos que quisieron exigirles que, generalmente, excedían de sus
posibilidades.
Trigueros no fue una excepción y en los dos años largos que los
franceses ocuparon Andalucía tuvo que facilitar a las tropas napoleonicas
suministros por un importe de 2.772.591 reales de vellón, que unidos a los
efectuados a los ejércitos españoles (que ascendieron a 968.184 reales de
vellón) dejaron la economía de sus vecinos tan maltrecha como es de suponer.
Por otra parte, el nombramiento de sus autoridades estaba sometido a la
aprobación del Comisario Regio General de las Andalucias, con sede en Sevilla y
nombrado por el Rey Intruso José I. El Conde de Montarco, que desempeñaba este
cargo en 1812, dio su conformidad para el siguiente Ayuntamiento que en este
año regiría la administración municipal Triguereña:
Alcaldes: D.
Joaquín García López y D. José Montiel
Regidores:
D. Bartolomé Pérez, D, Manuel Barrera, D. Ignacio del Álamo, D. Manuel
Fernández, D. Francisco Peguero y D. Juan Robles
Procurador
Síndico: D. Antonio Ramos.
Alguacil
Mayor: D. Diego García.
Mientras tanto en las ciudades de Cádiz y de Isla de León (llamada hoy
San Fernando), donde residía el Gobierno nacional, se reunieron las Cortes
convocadas por el Consejo de Regencia que había sustituido a la Junta Central y
redactaron la primera Constitución Española que, por haberse promulgado el 19
de Marzo de 1812, festividad de San José, fue bautizada por el pueblo gaditano,
tan dado a chirigotas incluso en aquellos dramáticos tiempos, con el nombre de
«La Pepa». Decir entonces «Viva la Pepa» no tenía el significado de atribución
de irresponsabilidad y despreocupación que la expresión tiene en nuestros días.
Significaba, lisa y llanamente, vitorear a la Constitución. A partir de
entonces en la España no sometida a José l y que añoraba la vuelta al trono de
Fernando VII, «el deseado», todas las autoridades pasaron a ser ·«constitucionales»,
previo juramento del Código gaditano, requisito imprescindible para tomar posesión
de cualquier Cargo.
Pero la buena estrella que siempre había acompañado a las tropas de
Napoleón a través de Europa comenzó a declinar en España, precisamente en este
año de 1812. El ejército español, aliado con el de ingleses y portugueses bajo
el mando supremo de Lord Wellington, conseguía victoria tras victoria sobre los
soldados que estaban acostumbrados a humillar a Europa entera. La derrota de
Arapiles (22 de Junio), el abandono de Valladolid (30 de Julio) y la conquista
de Madrid (12 de Agosto), precipitaron la evacuación de Andalucía por los
franceses.
El 11 de Agosto un ejército español, procedente de Cádiz, que mandaba
el General Cruz Mourgeon, desembarco en las playas de Mazagón y, ante su
presencia, los destacamentos franceses de la zona se replegaron hacia Niebla.
Un Segundo desembarco aliado, esta vez en Huelva, el día 15 del mismo mes, puso
a los invasores en franca retirada hacia Sevilla abandonando la capital del
Condado, no sin antes volar su imponente castillo. La tierra onubense quedó así
definitivamente libre de franceses, quienes el día 25 levantaron el sitio de Cádiz
y, ante el avance de las tropas del General Cruz unidas a las del inglés
Skerret, evacuaron también la capital hispalense el 27 de Agosto, no sin que su
retaguardia, que se retrasó, fuese batida por los aliados en el barrio de Triana
el día 28.
La noticia de la liberación de Sevilla corrió como la pólvora por los
territorios que habían sufrido las vejaciones del enemigo y el Ayuntamiento de
Trigueros se apresuró a convocar una sesión para el día 30 de Agosto, en la que
la Corporación juró la Constitución como Ley fundamental de la Monarquía
Española, acordando que el día 2 de Septiembre se hiciera solemne publicación de
ella en la Plaza de la Iglesia de San Antonio Abad para conocimiento del
vecindario, al que se convocó mediante edictos, e invitando al acto a los eclesiásticos
regulares y seculares de la villa y «a todos los vecinos más visibles de ella» (quiere
decir los mas principales) para que se presentasen a el «en el traje más
desente que puedan y con objeto de que todos los corazones que tan oprimidos
han estado se ensanchen», permitiéndose que durante los días uno y dos hubiera
iluminación completa (en las noches de luna era costumbre suprimir la
iluminación para ahorrar aceite) y que «desde el día tres hasta el siete
inclusive Se hagan regocijos de novillos y otros de pura y desente diversión,
bajo el mejor orden, prohibiéndose la embriaguez y desenvoltura escandalosa».
El Escribano Público de Trigueros D. Isidoro Gómez Rodríguez, que
durante muchos años fue Secretario de su Ayuntamiento, nos ha dejado un testimonio,
fechado el 10 de Septiembre de ese
glorioso año de 1812, en el que, con minuciosidad periodística, relata los
actos que se desarrollaron en los comienzos de aquel mes en que el pueblo
triguereño tuvo ocasión de conocer la Ley básica de la España libre. Por él
Sabemos que el día uno de Septiembre se construyó en la Plaza de la Iglesia una
tribuna sostenida en ocho arcos, colgada y adornada convenientemente,
colocándose en su centro, bajo un dosel, un retrato de Fernando VII cubierto
con un velo y se invitó al vecindario para que hiciera las mayores demostraciones
de alegría, por la que debía reinar en los corazones de todos al ver y
participar en el acto más grande de la Nación. Por Ia noche se iluminó todo el
pueblo, las azoteas y la torre de la iglesia, repicando todas las campanas de
ella y las de las ermitas de la villa y Convento del Carmen, acompañando al
repique salvas de fusilería de la tropa que, ocasionalmente, se encontraba en
Trigueros.
En la tarde del día dos el Ayuntamiento, acompañado por sus invitados,
se trasladó desde las Casas Capitulares hasta la Plaza de la Iglesia,
abarrotada por el gentío, y en cuya tribuna, a la que daban guardia los
soldados, se había colocado una mesa delante del retrato del Rey y, sobre ella,
un ejemplar de la Constitución.
Comenzó el acto cívico con el descubrimiento de la efigie de Fernando
VII en medio de un repique general de campanas, orquesta de música, salvas de
los fusiles y vítores de los asistentes. El Alcalde primero D. Joaquín García
López, haciendo el debido acatamiento al retrato del Soberano, entregó la
Constitución al Secretario del Ayuntamiento que, en medio del silencio general,
comenzó pausadamente su lectura en la que hizo tres descansos, que se aprovecharon
para repartir dulces y monedas a los asistentes y para repetir los repiques de
campanas, música, salvas de fusilería y aclamaciones populares. Terminó el acto
con idénticas muestras de júbilo, devolviendo el citado Alcalde el Código
gaditano a su mesa y corriendo el velo que cubría el retrato del Rey.
Los días siguientes se dedicaron a regocijos públicos de novillos y
otros festejos y el día ocho, desde el alba, comenzaron a repicar las campanas
de la villa anunciando la función religiosa que en esa mañana se celebró en la
Iglesia Parroquial de San Antonio Abad, en la que nuevamente se dio lectura a
la Constitución, se celebró misa, se renovó el juramento constitucional y, finalmente,
se canto un solemne Te Deum. Asistió a estos actos el Ayuntamiento con sus
invitados y todos ellos fueron recibidos a las puertas del templo por el Cura
Párroco Don Alejandro Villar y Rojas, Vicario Eclesiástico y Examinador Sinodal
del Arzobispado de Sevilla, que les ofreció el agua bendita, y al que
acompañaban los clérigos de la villa.
El Ayuntamiento de Trigueros, creyéndose ya limpio de la mancha de
afrancesamiento con su adhesión a la Constitución gaditana, recibió el 24 de
Septiembre como Juez de Primera Instancia (Trigueros era entonces cabeza de
partido judicial) al Licenciado Don Joaquín Avendaño y Santiago, nombrado para
tal cargo por el Jefe Político de Sevilla, a quien el Alcalde Don Joaquín García
López entregó la vara que era insignia de su jurisdicción. Cuatro días más
tarde el Juez convocó a la Corporación municipal y, en aplicación de un Decreto
de 11 de Agosto anterior, la destituyó por haber recibido sus Cargos del Gobierno
intruso, decisión que los munícipes acataron con resignación, devolviendo sus
varas los dos Alcaldes.
Rápidamente se nombró otro Ayuntamiento «constitucional» formado por
el médico Don José Clemente Ruiz como Alcalde, y cuyos regidores eran D. José
María García, D. Pedro Ruiz, D. José Garrido, D. José Cantalapiedra, D. Francisco
Márquez y Don Sebastián García, manteniéndose como Procurador Síndico a D. Antonio
Ramos, que era Catedrático de Latinidad y, posiblemente, una de las personas
más relevantes de la villa.
Estos inapreciables documentos guardados en el Archivo Municipal de
Trigueros (el acta Capitular del 30 de Agosto y el testimonio del 10 de
Septiembre) han permitido conservar para la posteridad la memoria de un importante
acontecimiento de la historia local que, sin ellos, habría caído en el olvido
una vez desaparecidas las personas que participaron en él. Pero tienen también un
grandísimo interés para la historia de una tradicional diversión triguereña, cuyo
comienzo podría haber tenido lugar en este año de 1812. Me refiero a la suelta
de vaquilla que se celebra en los primeros días de Septiembre «desde tiempo
inmemorial», como rezan los programas que anualmente anuncian los festejos.
Mientras no se descubra otra fecha anterior que permita situar a las
típicas capeas en más lejanos años, ese «tiempo inmemorial» tiene un origen muy
concreto: Septiembre de 1812, en el que los triguereños, libres ya de la opresión
francesa, tuvieron ocasión de conocer, de jurar y de vitorear a «La Pepa».
ALFONSO
ARTEHO HURTADO
Revista de
San Antonio Abad. 1992
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