Trigueros

sábado, 30 de enero de 2016

Colegio de Santa Catalina

El colegio de los jesuitas de Trigueros fue fundado, bajo la advocación de Santa Catalina virgen y mártir, por Francisco de la Palma, clérigo de primera tonsura y vecino de la localidad, al finalizar el segundo tercio del siglo XVI. En 1563 se acuerda que el fundador contribuya anualmente con 90.000 maravedíes, para sustentar a los 20 religiosos que compondrían la nueva comunidad. Y la Compañía de Jesús acometería, sin más, la construcción de la residencia y el templo. El padre Láinez, general de la Compañía, aprobó la fundación de Trigueros y encomendó al padre Bustamante la dirección de las obras. La construcción se inició rápidamente. Se levantó un pabellón para residencia de los religiosos, y se proyectó comenzar la iglesia, gracias a los 1.000 ducados que a tal fin donó Leonor de Zúñiga, condesa de Niebla. Así el padre Plaza anunciaba en 1564 que la residencia estaba concluida. Y que había adquirido una casa para instalar no sólo la escuela de leer y escribir, sino también una general de gramática. Al año siguiente, en Junio de 1565, se comenzó la edificación del templo. La planta original era de cruz griega. Sin embargo, por su incomodidad para culto y por falta de medios económicos, Bustamante redujo la iglesia a una sola crujía. De ahí que resultara demasiado larga y estrecha. Este esquema de iglesia -una sola nave flanqueada por capilla-nichos, impuestas por Brunelleschi, y crucero con cúpula semiesférica sin cuerpo de luces- nos remite al florentino Baccio Pontelli que hacia 1500 utilizó la misma tipología en Roma; en San Pedro in Montorio, Santa Maria della Pace, etc. Al ser nombrado, Bustamante, visitador de la provincia de Andalucía y, posteriormente, también de la Toledo, tuvo que abandonar las obras de Trigueros. Razón por la que la construcción del templo continuó lentamente.




Por desgracia, al regresar Bustamante a Trigueros en 1570, con objeto de acelerar el ritmo de las obras, muere de asma en dicha localidad. Con tal motivo, las obras quedan paralizadas. La condesa de Niebla se niega, en 1571, a abonar los 2.000 ducados necesarios para concluirla. Y al año siguiente, en 1572, el padre Francisco Arias comenta que los muros del templo estaban levantados sólo hasta la mitad de su altura y los de las capillas sacados de cimiento. Así continuaba cuando en 1578 llegó a Trigueros el hermano José Valeriani para ultimar la obra. Este arquitecto italiano transformó la planta central en cruz latina y se extrañó de que Bustamante hubiese querido levantar un piso de habitaciones sobre lo que estaba construido del templo. Afortunadamente en una colección de planos jesuíticos de la Biblioteca Nacional Francesa hay tres plantas del Colegio de Trigueros. La más antigua es un dibujo a pluma (19'9 x 21'3 cms.) remitido a Roma por el padre Diego de Avellaneda el 8 de Agosto de 1566. Más que una planta, es una topografía del terreno con el dibujo del templo que por entonces construía Bustamante. Los otros dos planos corresponden a Valeriani. La primera planta es un dibujo a pluma (21'3 x 48'5 cms.) cuya inscripción por el anverso dice: «Sitio de Trigueros», y por el reverso podemos leer: «Planta del sitio de lo que está ahora edificado en Trigueros». Su finalidad era informar al padre general de la complejidad de edificios que componían el colegio triguereño. A la derecha del templo hallamos la residencia de la comunidad, construida también por Bartolomé de Bustamante, con su refectorio, cocina, portería y capilla provisoria. Entre la residencia y el templo nuevo se sitúan las escuelas, adaptadas en una casa comprada al efecto. Al otro lado de la iglesia aparecen la casa del fundador, Francisco de la Palma, y la de Cristóbal Martín, el otro bienhechor de los jesuitas. La segunda planta, asimismo realizada por Valeriani, es otro dibujo a pluma (28 x 42 cms.) en cuyo ángulo inferior izquierdo consta la siguiente leyenda:«Planta de lo que en adelante se puede edificar en Trigueros»; y por el reverso dice:«Traza de lo que en adelante se puede edificar en Trigueros».
La iglesia adopta una planta de cruz latina. Consta de una sola nave sin capillas laterales, y brazos del crucero y. capilla mayor poco profundos. El típico compás andaluz que Busta­mante había dejado en su proyecto fue sustituido por un pórtico nartex que precedía al ingreso principal. Pero no se llegó a realizar aunque si se llevó a cabo la apuntada reforma de la iglesia. A ambos lados del templo dispone en el plano cuatro claustros, dos por cada flanco. De esta forma, Valeriani conseguía un plan unitario en el colegio de Trigueros. Todo el mediodía está recorrido por una larga solana, con vista a la huerta. A pesar del impulso dado por Valeriani, las obras vuelven a demorarse. Por fin, según relatan las cartas anuas, el 7 de Septiembre de 1598, tras un periodo de 33 años de construcción, se concluyó el templo. De inmediato, entre 1600 y 1610, ampliaron el sector residencial. Documentalmente sólo consta la edificación de un claustro y dos pórticos con sus peristilos de mármol, dispuestos junto al antiguo edificio. Hoy restan exclusivamente algunos vestigios de la arquería de un patio y una torre, adosada al flanco izquierdo del templo. El terremoto del 1 de Noviembre de 1755 produjo graves daños en el conjunto monumental. Gracias a un informe, conservado en el archivo parroquial de trigueros, sabemos que el templo de la Compañía de Jesús «quedó del todo arruinado, caiendo en tierra toda la gran bóbeda de su techumbre, y la media naranja hecha pedazos quedó en pié, y todas sus paredes quebradas, y inhabitable toda la vivienda». Situación ruinosa de la que igualmente se hace eco la noticia individual que da la Academia de la Historia sobre el luctuoso terremoto de Lisboa.
Desgraciadamente los daños acaecidos en el colegio de Santa Catalina no se repararon. Y a partir de 1767, decretada la expulsión de los jesuitas de España, la antigua fábrica acabó de arruinarse por completo. Ante tal situación, el cardenal-arzobispo de Sevilla, Solís y Folch, dispuso transfor­mar el templo en casas o fábricas útiles al vecindario. Luego, con mejor criterio, se cambió de opinión y se utilizó como cementerio. En 1816, restablecida la compañía de Jesús por el rey Fernando VII, llegaron de nuevo los jesuitas a Trigueros. El edificio estaba desolado. Para poderlo habitar los religiosos tuvieron que construir unos pequeños aposentos para la comunidad, restaurar la escuela, e instalar la capilla en lo que fue sacristía de la iglesia. No obstante, lo más desagrada­ble para la comunidad fueron los pleitos que tuvo que sostener con algunos vecinos que habían ocupado, sin más, el abandonado colegio. Por ello, en 1826, a los diez años de su retorno, lo jesuitas deciden marcharse definitivamente de Trigueros. Desde entonces, en aquel área se han ido levantando casas particulares, paneras, cuadras, etc. Antes de finalizar, las síntesis histórica de un monumento que mereció mejor suerte, debemos hacer especial hincapié en sus valores tectónicos. Se trata de un edificio singular, digno de un futuro más acorde con su riqueza histórico-artística. Externamente, el total resultante goza de un gran sabor veneciano. Impresión que confirman los frontones circulares que rematan los hastiales del crucero y frontis del templo,' al gusto de Pietro Lombardo.

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