Trigueros

martes, 26 de enero de 2016

Convento del Carmen

Convento del Carmen (S. XVI). PLAZA DEL CARMEN. Antiguamente de Nuestra Señora de Consolación, fue fundado en el primer cuarto del siglo XVI, y aunque reformado por los diversos acontecimientos geológicos y sociales, permanece en pie, pero alterado en su planta original. La antigua residencia conventual se dispone en torno a un claustro central, con dos plantas superpuestas y arcos de medio punto en sus flancos sobre pilares con impostas. El cuerpo superior del claustro reproduce la estructura arquitectónica del inferior, a excepción de sus arcos que son rebajados y doblados. Aquí se disponía originalmente las celdas, arruinadas por completo en la actualidad. Las techumbres de madera de las galerías que delimitan el convento son sencillas y de indudable factura Popular. El templo presenta una sola nave, crucero y capilla mayor. La nave, espaciosa, se cubre con techumbre mudéjar con elementos geométricos de fines del quinientos. El tramo central del crucero se compone de cuatro arcos de medio punto que reciben la consabida semiesfera sobre pechinas. La capilla mayor se cubre con bóveda de cañón y lunetos festoneados de pinjantes de la segunda mitad del siglo XVIII. En el exterior, la portada se compone de dos pilastras dórico-toscanas, una cornisa sobre canecillos y un frontón curvo partido con moldurón central. La espadaña consta de tres vanos de medio punto, separados por pilastras dórico-toscanas; el frontón posee en cada vertiente un remate de barro vidriado y en el vértice superior un pedestal con una cruz de cerrajería. La ultima restauración tuvo lugar en 1998.


Este antiguo convento de religiosos carmelitas calzados preside hoy una espaciosa plaza de la localidad, popularmente denominada del Carmen. Con motivo de su fundación, el padre Gonzalo Ruiz tomó posesión de la ermita de la Virgen de Consolación, extramuros de la villa, en noviembre de 1522. Al principio, entretanto se construía el nuevo convento, la comunidad utilizó dicha ermita para celebrar el culto divino. De ahí que aún hoy reciba culto, en la actual iglesia, Ntra. Sra. de Consolación, titular de la antigua ermita y del nuevo convento.
Durante el siglo XVIII, la comunidad carmelita de Trigueros alcanzó su máximo esplendor. Así, por ejemplo, en 1721, el visitador general del Arzobispado reseña que: “La comunidad de el Carmen se compone de 16 religiosos, no es rica pero lo pasan con decencia, y está muy aseado y nuevo el convento, y los religiosos se portan como tales. Su prior es Mestro muy docto y virtuoso, se llama fray Felipe Santiago Carrasco”. A partir de esta fecha, comienza una lenta pero irremediable decadencia. El convento se extinguió con la desamortización. En consecuencia, Madoz, en 1849, ya lo cita como exconvento carmelita.
Sin embargo, el edificio, bastante alterado, ha llegado hasta nuestros días. Justifican, en buena medida, las múltiples modificaciones y reformas habidas en su fábrica, los daños provocados en ella por agentes geológicos o atmosféricos o simplemente por el abandono que sufrió un duro quebranto. Sobre el particular recoge el informe parroquial emitido a raíz del mencionado seísmo que “La bella Iglesia del convento de Nuestra Señora del Carmen de esta villa quedó su capilla mayor cuarteada, abierta y desgajada por toda sus tres fachadas, y toda la techumbre, y campanario muy mal tratado, y la vivienda cuarteada e inhabitable”.
Tras la desamortización, la residencia conventual pasó a propiedad privada. Para adaptarla a su nueva función se acometieron ciertas reformas que desvirtuaron su antigua distribución. Fué utilizada sucesivamente como bodega y vaqueriza. La Iglesia, por el contrario, quedó abierta al culto, conservando íntegro casi todo el patrimonio artístico.
Por último, el movimiento sísmico de 1969 también produjo daños de consideración en el recinto eclesiástico que estudiamos. En esta ocasión la zona más afectada fué el crucero cuyas bóvedas laterales se desplomaron, destruyéndose incluso bajo los escombros el retablo situado en el ala derecha del mismo.
Autor: Cristobal Fernández
No obstante, a pesar de los avatares relatados, el conjunto conventual del Carmen de Trigueros permanece en pie, aunque alterado en su planta original y empobrecido en su aspecto ornamental. Aún así, quedan perfectamente diferenciados el sector residencial y el templo.
La antigua residencia conventual se dispone en torno a un claustro central. Actualmente ya no se distinguen las diferentes estancias de la clausura. El patio consta de dos plantas superpuestas. El cuerpo bajo presenta dos flancos con cinco arcos de medio punto sobre pilares con impostas. Y los dos restantes tienen solo cuatro. Todos los arcos están provistos de rosca y en el centro sendas pilastras adosadas. Los pilares lucen en el centro sendas pilastras adosadas. Sobre ellas discurre el entablamento.
El cuerpo superior del claustro reproduce la estructura arquitectónica del inferior, a excepción de sus arcos que son rebajados y doblados. De esta forma, los respectivos elementos del conjunto se relacionan unos con otros, motivando un todo coherente y orgánico. En el centro del patio hay una aljibe. Las galerías que lo delimitan por sus
cuatros costados lucen techumbres lígneas. Son planas y muy sencillas de formato. Sobre sus vigas paralelas y muy sencillas de formato. Sobre sus vigas paralelas se dispone directamente la tablazón. Es. pues, una obra de carpintería de indudable factura popular.
En el ángulo noroeste se abre paso un arco rebajado sobre ménsulas que accede al arranque de la escalera que enlaza las dos plantas del claustro. Esta se trazó adosada al muro en ángulo recto. Su barandal fué labrado en madera. En el piso alto se disponían originalmente las celdas, arruinadas por completo en la actualidad.
El ingreso desde el exterior se efectúa a través de un amplio zaguán. Conforme entramos en el claustro a la derecha, sobre el paramento, se halla una lápida de mármol que reza así: “A LA DIGNISIMA SEÑORA DOÑA SALUD DE BERGES VIDES, VIUDA DE DON JUAN VIDES ALAMO, A CUYAS EXPENSAS POR AMOR A LA VIRGEN DEL CARMEN Y A LOS POBRES, SE FUNDO ESTE COLEGIO PARA NIÑAS, BAJO LA TUTELA DE LAS HERMANAS CARMELITAS DESCALZAS MISIONERAS. EL PUEBLO DE TRIGUEROS EN TESTIMONIO DE RECONOCIMIENTO Y GRATITUD XXIV – VI -MCMXLIV”.
En efecto, esta lápida testimonia la última función del edificio. En 1944, doña Salud Berges reconstruyó el inmueble y trajo una pequeña comunidad de religiosas carmelitas misioneras para que se dedicara a la educación de niñas. De esta suerte el convento fué objeto de ciertas obras que mejoraron y consolidaron su abandonada y mutilada fábrica. Este colegio femenino permaneció abierto hasta hace pocos años, en que las religiosas se trasladaron a un nuevo edificio, más funcional. Desde entonces, el ex convento carmelita de Trigueros se ha sumergido en un nuevo paréntesis de silencio.

El templo se extiende adosado al convento por el flanco septentrional. Presenta acorde con la tipología tradicional de iglesias conventuales, una sola nave, crucero y capilla mayor. Se abrió al culto, por primera vez, el día de la Encarnación del año 1596.
La nave, espaciosa, se cubre con techumbre mudéjar en forma de artesa con cinco tirantas que apean sobre otros tantos pares de canes situados en la solera. El sotocoro, ubicado a los pies del templo, presenta un artesonado de tres paños con decoración de casetones, puntas de sierra y elementos geométricos pintados a base de círculos y rectángulos. Tanto esta cubierta como la anterior reflejan el gusto imperante en la carpintería de fienes del quinientos.
Al coro alto, provisto de gran ventana coral para iluminar el interior, se accede gracias a una escalera de caracol adosada al muro izquierdo. El antepecho del coro está labrado también en madera.
El crucero sobresale al exterior. El tramo central se compone de cuatro arcos de medio punto que reciben la consabida bóveda semiesférica sobre pechinas. Ocho pilastras se unen en la clave de la media naranja y la subdividen en ocho cascos que se perforan alternativamente con vanos cuadrilobulares.
Las alas del crucero ostentan bóvedas de cañón con lunetos cuyos moldurados perfiles apean sobre sencillas ménsulas angulares. Las bóvedas antiguas sucumbieron en el terremoto de 1969. De inmediato se construyeron las actuales que reproducen las anteriores. Este espacio se ilumina mediante dos vanos laterales con vidrieras polícromas.
La capilla mayor, acabada en testero plano, se cubre con bóveda de cañón y lunetos festoneados de pinjantes, elemento ornamental que denuncia la estética de la segunda mitad del siglo XVIII. Recordemos que a raíz del terremoto de 1755, según hemos probado documentalmente, este sector del templo quedó muy arruinado. Motivo por el cual hubo de rehacer la capilla mayor y dotarla de un nuevo retablo.
Al presbiterio se sube por tres escalones decorados con cerámica azul y blanca, muy del gusto de la época. En el costado izquierdo hay una puertecita que comunica con una pequeña sacristía provista también de sencilla techumbre lígnea. Desde una estancia se puede ingresar directamente en el antiguo convento. Como dependencia auxiliar del templo podemos mencionar una pieza de planta rectangular, hoy utilizada como almacén, a la que se ingresa por el ala izquierda del crucero.
Los retablos que se conservan en la iglesia son: el retablo mayor, fechable hacia 1800; el de la Inmaculada, realizado por el estuquista Ramón Correa en 1942; el de Ntra. Sra. de Consolación, antigua titular del convento; el del Crucificado y el de Animas. Estos dos últimos estan instalados en la nave del templo, uno frente al otro. En el primero hay una talla del Crucificado del siglo XVI. Y en el de Animas se exhibe un lienzo con la Virgen del Carmen sacando a las ánimas del Purgatorio. Dicha pintura está firmada por “CORBALAN, ME FÁCIEBAT, 1783. Este último retablo fué ejecutado en 1942, por el tallista Manuel Gómez Carnacea.
Finalmente, debemos reparar en el exterior del edificio. La sobria distribución de su aspecto interior determina la expresión volumétrica del mismo. Por ello, observamos un predominio de la línea recta en los perfiles y del planismo en las fachadas.
El imafronte del templo se remata con un alero, horizontal, sobre canecillos o modillones. Sobre el paramento encalado resalta la portada. Se compone de dos pilastras dórico-toscanas, una cornisa, también sobre cancecillos, y un frontón curvo partido con moldurón central.
Contiguo a la iglesia hay un cuerpo del edificio coronado por la espadaña. Ignoramos su función durante la etapa conventual. Tras la desamortización fué utilizado por los nuevos propietarios como palco para contemplar las carreras de toros que animan los festejones populares de Trigueros al finalizar la recolección del verano.
La espadaña, tan propia de la arquitectura conventual, es un modesto ejemplar. Su severa composición se recorta nítidamente sobre el azul del cielo. Consta de tres vanos de medio punto, separados por pilastras dórico-toscanas. El ático central con frontón triangular queda flanqueado por dos aletones, en cuyos extremos hay restos cerámicos de sendos remates. El frontón tambien posee en cada vertiente un remate de barro vidriado y en el vértice superior un pedestal con una cruz de cerrajería. Es digno de mención el ornato del basamento de la espadaña realizado a base de placas rectangulares en resalto.
Por último, aunque brevemente, tenemos que reparar en la fachada del convento, prácticamente rehecha en la restauración efectuada en el inmueble por Doña Salud Berges en 1944. La portada, de sencilla traza, presenta dos pilastras, esquemático entablamento y frontón triangular partido, que centra el ático también con frontón partido y remate ochavado al centro. En el ático se expone un paño de azulejería sevillana que reproduce a la Virgen del Carmen entregando el escapulario a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, reformadores del Carmelo. Esta cerámica, firmada por A.M.A.S., fué realizada recientemente en la fábrica de “Mensaque Rodríguez y Cía. Triana”.
En líneas generales la fachada adquiere un cierto desarrollo longitudinal. Los paramentos exteriores, como es usual en toda Andalucía, se encalan por imperativo del largo y cálido verano. Tan luminosa fachada, blanca de cal y de sol, aparece ennoblecida no sólo por la portada anteriormente descrita, sino también por las rejas de las ventanas. Su herraje constituye, por sí mismo, una nota de elegancia y buen gusto en el total resultante. 

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